RUTAS COMERCIALES DE CASTILLA

En los siglos posteriores a la caída del Imperio Romano representaron un impacto económico y social a diversos niveles, durante tan extenso periodo de tiempo otras civilizaciones alcanzaron cotas de progreso y desarrollo muy singulares.
 Las múltiples y muy amplias rutas comerciales que se extendieron entre Europa y Asia durante la Edad Media. El intercambio firme, a través de rutas casi legendarias como la de la seda, fue constante  y sirvió a ambos extremos del continente euroasiático. Al otro extremo de Europa florecían los imperios turcomanos y musulmanes, India extender su otra Edad Dorada y China detener su privilegio cultural.
De ahí que los navegantes y comerciantes europeos reflexionaran mil y un modos de llegar a las islas del Índico o a los ricos terrenos humedos bañados por el Océano Pacífico. En el camino se tropezaban  con riquezas jamás vistas en su continente, maravillas naturales y productos de lujo con los que enriquecerse a su vuelta a Europa.
El vivero comercial ha sido formado ahora por Martin Jan Månsson en un fantástico mapa. Empleando diversas fuentes históricas y coloreando sutilmente los accidentes geográficos que tanto marcaban la geopolítica del pasado (como las montañas o los desiertos), el mapa de Mansson explora y separa las distintas rutas empleadas por los comerciantes africanos, europeos y asiáticos, y dibuja el lienzo económico global de la Alta Edad Media.
El mapa se ubica en los siglos XI y XII, entre el fin de las rutas comerciales establecidas por los vikingos a ambos lado del Atlántico y el aún lejano surgimiento de la Liga Hanseática, los exploradores marítimos portugueses y las constelaciones de ciudades feriantes de Flandes, Italia y Castilla. En plena transformación y en un tiempo de progresivo desarrollo técnico y económico en Europa, las rutas comerciales cobraron una importancia rara, favoreciendo el surgimiento de pequeñas potencias financieras y de ciudades feriales de gran proyección.


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